La boda de Rosa y César ha sido la boda del WhatsApp. Al estar ellos fuera de Sevilla, la comunicación fue mediante teléfono móvil y no por eso dejó de ser fluida ni distante. Ha sido una boda llena de detalles, de símbolos y, sobre todo, del triunfo del amor por encima de todo.
Es cierto que no eran nóveles en este tema, pero quizás por esto sabían mejor lo que querían y lo que no querían el día de su boda. Una boda con sello propio, literalmente, y con color del Pantone.
La emotividad en la ceremonia con sus hijos, familiares y amigos de testigos, la decoración de la que nos encargamos nosotros -trabajando minuto a minuto con ellos-, la comida tan pensada y cuidadosamente elegida, la posterior fiesta que acabó viendo amanecer…todo salió tal y como ellos querían.
El día anterior a la boda organizaron una fiesta de bienvenida para todos los invitados, unas cervecitas, un jamón exquisito y unas copas a la luz de la Giralda hicieron que la conversación fluyera y los invitados de que no eran de la ciudad se sintieran perfectamente integrados.
El día 13 de Agosto, la mayoría de los invitados salió en autobús camino de la Hacienda Los Ángeles, el lugar elegido por los novios para que fuera la ceremonia y la posterior celebración. Al subir al autobús se le entregaba un obsequio en forma de botellita de agua para sufragar las altas temperaturas.
En ningún momento se podía olvidar que era una fiesta y que lo importante era divertirse.
La ceremonia fue en una de los múltiples espacios de la Hacienda, decorada con nardos, hortensias y paniculata, se obsequiaba con un abanico a la entrada.
El novio llevaba un chaqué hecho a medida de TomBlack con un chaleco cruzado en color crudo. La novia un vestido espectacular y con reminiscencias andaluzas hecho por Rafael, un gran modisto que también se encargó de los trajes de la hija y la madre de la novia.
Fue maquillada por Esther y peinada por Alejo, ambos supieron captar de manera rápida el estilo en el que Rosa se sentía cómoda sin perder un ápice de glamour. El ramo, de hortensias azules, lo confeccionó La Rosa de Oro.
César entró de la mano de su hijo Rubén y Rosa lo hizo de la mano de su hija Carlotta.
Con músicas elegantemente elegidas, amigos y familiares participaron del momento conformando un emotivo «sí quiero», hay que reseñar la apuesta del novio por decir unas palabras que sorprendió a todos por su originalidad, elegancia y también, todo hay que decirlo, por lo divertido que fue. Los votos matrimoniales que se dijeron ambos estuvieron llenos de amor y de lágrimas entre los asistentes. En este momento se contó con Sureñamente como maestro de ceremonias.
El catering elegido fue Sayca, que comenzó con unos aperitivos delicatessen en un cóctel previo a la cena. En un ambiente distendido se pudo disfrutar de los primeros detalles que los novios habían encargado, además de los regalitos para los invitados, quisieron hacerles partícipe de su historia de amor con un árbol familiar diseñado específicamente para ellos que también hizo la función de sitting. Las luces, a cargo de Ludisound, comenzaban a hacer su efecto en un atardecer cálido.
Los recién casados no perdieron la sonrisa ni un solo momento, sólo para reír, una boda muy muy feliz
Un camino de velas indicaba a los invitados la ruta a seguir por la Hacienda
Justo antes de entrar al patio de cena, un segundo sitting les recibía con el nombre de su mesa (películas clásicas) y una pequeña llave con su nombre. Las mesas tenían a modo de mesero lo que podría haber sido un trozo de puerta, con su pomo, su cerradura y el nombre de la película en la que les había tocado participar. La mantelería de hilo, la vajilla clásica de la Cartuja y la decoración con soperas y hortensias completaban la mesa.
A modo de cuento la iluminación corría por los árboles con la luz justa y sin embargo imprescindible.
Tras la cena empezó la fiesta, fotomatón a cargo de Oh!Fotomatón, barra libre de Tigretones y Panteras Rosas (además de las chucherías) y sobre todo mucha música que los novios no dudaron en bailar hasta el amanecer con todos sus invitados.
Solo nos queda desearles toda la felicidad del mundo, por lo constantes y lo divertidos que son, por lo cariñosos y generosos, porque…son «buena gente» y sobre todo ¡se quieren mucho!
Gracias a Marta Mora-Figueroa por unas fotos tan estupendas como las que nos ha facilitado.
Impresionante